miércoles, 15 de enero de 2014

PORQUÉS PEQUEÑITOS.



Estaban sentados frente a frente, ella con las piernas cruzadas y mirando hacia la nada y él siguiendo la estela de una mota de polvo. La luz entraba, tibia, por el enorme ventanal de la sala de estar. Él se había pasado gran parte de su vida buscando y aprendiendo palabras nuevas con la esperanza de poder expresar libremente lo que sintiera, sin tapujos. Con la firme creencia de que los matices pueden hacer virar las conversaciones. Ella, con los años, se había dado cuenta de que el significado literal de las palabras no existía en realidad, pues cada persona guarda  su subjetividad en las mismas.
Él dijo cansancio, y ella entendió tedio. Intentó preguntarle a qué tipo de cansancio se refería… Pero no hubo respuesta. Ella siguió: usó desasosiego. Pero él no había colocado esa palabra en su paleta emocional, así que por asociación entendió ansiedad. Ella le explicó que no era lo mismo, que el desasosiego comporta cierta ansiedad pero no a la inversa. Que hay un vasto territorio de una palabra a la otra y que el desasosiego viene dado por algo que no acabamos de entender pero que nos afecta irremediablemente. Él no entendía que algo que no pudiera ser tangible causara esa emoción… Así que habló de miedo. Ese es otro tema,  ella dijo, aunque sí que sentía miedo.

 Hablaron de amor, en eso estaban de acuerdo, lo sentían el uno por el otro. Pero ella quiso aclarar de qué amor estaban hablando, porque hacía mucho que notaba ciertas diferencias. Él escogió, con mucho cuidado, las palabras cariño, abrazo, arropar, escucha, comprensión y libertad. Mientras que a ella le sonaron a cariño a secas. Amor, se dijo,  es otra cosa. Le parecía que debía incluir conceptos más importantes como comunicación, confianza, sensualidad, risa y el verbo compartir. Analizó los andamiajes de la sintaxis, el lenguaje no verbal y voló por las azoteas de lo que a ella le hubiera gustado y necesitaba escuchar. Acto seguido, sintió vacío… Adiós y vacío, dijo, son dos palabras que van de la mano. Y fue en ese momento, cuando se entendieron.                                             

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