Hace
algún tiempo , Julieta, que no sé de ti, y es mejor, con mi imaginación tengo
más que suficiente… Lo nuestro era algo imposible, eso de casarse virgen, para
toda la vida con un hombre al que conoces una noche… Estabas de calentón. Lo de
tu primo Tebaldo no estuvo nada bien pero me tocó mucho los huevos. Cada noche
pienso en la cara de sorpenndido que puso cuando le atravesé con mi espada: Lla boca, como si le hubieran metido una oliva… prieta y redonda. Por Verona cuentan que te largaste con el
maldito Paris…Te escribo porque leí que el desamor activa muchas de las áreas
cerebrales que funcionan en el dolor físico y me duele lo que te he querido y
lo que quieres ahora a otra por nuevo.
Me
duele que no sientas lo que decías, pero me duele más que no hayas dicho lo que
debes.
Me
duele no conocerte como creía y no haberme escuchado como debía.
Me
duele que seas una niña porque yo te compré así.
Me
duele que estés tan buena, me avergüenzo de haber caído en ese tópico y haberme
colgado de esos dos lunares que tenías bajo los ojos.
Me
destroza pensarte de carne y espíritu mientras ni me piensas ni me recuerdas.
Me
duele que no me veas ahora, en esta ciudad que un día fue nuestra y que
conozcas otras sin mí, me molesta.
Me
duele que me duela: Yo sabía que este juego tiene su noche y su día… me duele
la noche.
Me
duele no haber follado contigo en el coche, los hijos que no tendremos y el
sonido de tu risa exhalada como un tono menor, a pesar de que sé que no
habríamos cuajado jamás.
Me
atormentan los posibles desprecios, los que permití y tragué, rajándome el
orgullo.
Me
duele tener que haber llegado a esto para dejarte, aunque he sido yo el dejado.
Me
duele que el amor que nos teníamos sea ahora un puñado de palabras sin sentido
que mi memoria recorre, sedienta, buscando el inicio de la ponzoña.
Me
duele la posibilidad de ser “aquella Capuleto tan maja” en vez de ser “el amor
de mi vida” aunque ni siquiera sé si eso existe o si quisiera serlo.
Me
duele que seas tan buena persona, que hayas sufrido tantas bofetadas y que me hayan dolido más las tuyas
que las mías.
Aborrezco
cada pedazo del tiempo que ocupo en tu recuerdo, porque es tiempo que me
arranco del mismísimo estómago.
Aborrezco
a cada mujer que se presenta en mi puerta, porque no eres tú y las uso para
abrevar mis hormonas y vaciar mis
noches.
Me
duele que seas el primer recuerdo cuando me levanto, que te cueles cuando me
despisto y que cierres el día con un portazo.
Calumnio
a los que me dicen que se me pasará, porque aunque lo sé de sobra, el tiempo es ahora más elástico que nunca.
Me
arrepiento de que no te hayas acostado con los marineros y corsarios que
navegan ahora por un mar de harapos, al que pusimos nombre juntos.
Escupo
sobre mis heridas para que cicatricen rápido y las araño para que vuelvan a
abrirse y mientras tanto respiro y vivo.
Odio
sentir que quiero que sufras como yo lo hago porque me convierte en “una bruja
de cuento, escoba y mala leche incluida”.
A Julieta, de este Romeo que vive
confinado en una casa de putas.